NACÍ CON EL OTOÑO
Hace ya bastantes años el otoño llegó,
y yo llegué con él.
Quizá lucía el
sol; quizá aún hacía calor. O puede que lloviera o hiciera frío. Nunca lo supe,
y tampoco lo pregunté.
Solo sé que era
viernes, y era otoño.
Los árboles
empezaban a adquirir ese maravilloso color en sus hojas, que me transmite
tranquilidad y nostalgia.
El mundo a mi
alrededor se preparaba para afrontar el fin del verano, y yo me preparaba para
vivir; porque además no lo tuve fácil, como siempre me contó mi madre.
Por eso para mí
el otoño no es época de fin, sino de prepararse para los nuevos comienzos que siempre
llegan, aunque se haga larga la espera. Porque para renacer siempre hace falta un
invierno duro, con la esperanza de que llegue una nueva primavera, que nos
llene de energía e ilusiones.
Por eso yo no
cumplo primaveras, cumplo otoños. Cumplo nuevos inicios, nuevas metas, aunque
eso me cueste hibernar a mi manera, esperando que el frío se vaya. Y miro de
frente a lo que se avecina porque, al igual que cuando nací, le digo a la vida:
prepárate, que aquí llego.
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