RECUERDOS QUE NO MORIRÁN
Me cuesta estar aquí, pero mamá ha insistido en que todas debíamos acompañarla a entregar las llaves de la finca a los nuevos propietarios, y despedirnos juntas del que fue nuestro segundo hogar.
No quiero un último recuerdo que signifique un adiós definitivo, pero no puedo dejar sola a mamá en este trance.
La familia que ha comprado la propiedad tiene pensado transformarlo todo y cambiar parte de la estructura, para darle un aspecto más moderno a la casa.
Esa casa que papá construyó poco a poco con materiales que obtenía aquí y allá, gracias a los innumerables amigos contratistas, albañiles y maestros orfebres que consiguió durante toda una vida.
Van a construir una piscina como la que siempre quiso tener papá, pero cuyo presupuesto se perdió entre matrículas de colegios y universidades, tratamientos dentales y viajes al extranjero para aprender idiomas. Porque como siempre decía: primero mis niñas, después los caprichos.
Sea como fuere la piscina no llegó nunca. Aunque nos conformábamos con la manguera del patio; porque si algo siempre nos sobró fueron las ganas de reír y disfrutar de lo poco que teníamos.
Hoy quedarán atrás los recuerdos de una vida, del amor por algo que es de todos. Los parterres de flores de mamá y la pequeña huerta que papá cuidó con empeño, aunque pocas veces diera algo meritoriamente comestible. No importaba; todos celebrábamos cada zanahoria raquítica y tomate minúsculo como los mejores manjares del mundo.
Atrás quedará también el recuerdo de mis catorce años, cuando en la cancela de la entrada recibí mi primer beso de labios de aquel chico del cual no recuerdo el nombre, pero sí sus preciosos ojos azules.
Confidencias a medianoche entre hermanas. Sueños y confesiones que con los años hicieron que la casa se llenara de nuevos niños, que jugaban y disfrutaban donde nosotras lo habíamos hecho tantas veces; con la manguera del patio, las flores de la abuela y el huerto casi improductivo del abuelo.
Y aquí estoy... intentando no llorar y con la esperanza de que la nueva familia, que hoy está comprando una parte de mi vida, sea capaz de crear nuevos recuerdos tan imborrables como los míos.
Por supuesto, no pienso confesarles que un día enterré una cápsula del tiempo en la zona donde nunca llegó a haber una piscina.
Comentarios
Publicar un comentario