NIEVE, RECUERDOS Y SONRISAS

 



Foto y texto: Rosae


Nevaba. Y mucho.   

Como hacía tiempo que no sucedía en una gran ciudad como Madrid.

No pude resistirlo y salí a la calle.

Necesitaba sentir toda esa nieve cayendo sobre mí; lanzarla al aire, dibujar caritas en los cristales de los coches y no parar de sonreír.

Nos volvemos niños cuando hay nieve cerca. Al menos todos aquellos que aún tenemos un niño dentro.

Sentí el frío en la cara. Esa clase de frío que te corta la piel.

Y recordé los inviernos en mi pueblo.

La cama con las sábanas heladas y el acto heroico que suponía meterse entre ellas. 

El calor del brasero bajo la mesa camilla y el olor a leña ardiendo en la cocina de mi abuela, siempre con alguna olla al fuego; con guisos humildes pero sabrosos y hechos con amor... el tipo de amor que sólo saben dar las abuelas.

Recordé que ese olor a leña ardiendo inundaba todas las calles de mi pueblo. Calles en las que jugué sin descanso en mi infancia.

Calles silenciosas al llegar la noche, sólo perturbadas por las campanas de la iglesia, que parecían recordar implacables que el tiempo pasa para todos.

Pero yo engaño sibilinamente al tiempo, ayudada por el recuerdo del olor a leña o la nieve cayendo sobre mi cara.

Lo siento, tiempo. Esta niña sigue aquí y te sonríe con la satisfacción de un triunfador. 


Comentarios

  1. �������� ERES UNA NIÑA. Alguien lo tenía que decir jajajaja. Me encanta el comentario "al tiempo"

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