SORTEANDO TORMENTAS
El amor no pudo salvarnos.
No fue suficiente para sostener un mundo de ilusiones y magia en el que tú dejaste de creer.
Hace poco volví a pasar por la calle donde nos conocimos. Donde, como tú decías, “nacimos el uno para el otro”.
Compré nuestro helado favorito... pero no me supo igual que cuando lo compartíamos; cuando saborearlo era igual que comernos las ganas en silencios cómplices.
Tampoco encontré a la mujer que vendía flores y que siempre nos decía: que dios os guarde ese amor.
Pero el amor lo teníamos que cuidar nosotros.
Y yo, experimentada en sortear tormentas, sabía que podríamos con todo si trabajábamos juntos en ello.
El amor en esos casos resulta insuficiente.
Encontraré nuevas calles en las que construir recuerdos.
Es mi deseo.
Y que tú aprendas a luchar contra las tormentas.
Aunque no sea conmigo.
Comentarios
Publicar un comentario