PEQUEÑO ALEJANDRO
Foto: Irene Caramelo
Texto: Rosae
El pequeño Alejandro debe tener unos cinco años.
Todas las tardes, a la salida del colegio, se sube al mismo
autobús que yo, junto con su madre y su hermanita, que aún va en silla de bebé.
Él sube primero, pidiendo paso. Eso sí, pidiéndolo siempre
por favor.
Punto positivo para sus padres por los mínimos de educación
básica que han inculcado a su hijo.
Se quedan de pie en la parte central del autobús, y aunque
alguien le ofrezca un asiento siempre lo rechaza con firmeza. Probablemente
para no perder cercanía de la misión vital de proteger a su madre y a la
pequeña bebé, como él la llama.
Con ese desparpajo y falta de vergüenza que se tiene a su
corta edad habla con cualquiera que tiene cerca, y suelta frases que resultan
sorprendentes en un niño de cinco años, como: “Hay que ver la tarde estupenda
que hoy nos está regalando la vida”.
Por supuesto, nadie hay en el autobús que rechace hablar con
él y perder la oportunidad de disfrutar de su alegría y naturalidad.
Y mi rostro siempre cambia cuando llega la parada en la que
sube, y escucho su vocecilla infantil abrirse paso entre el mundo de los
mayores.
Mirando a mi alrededor sé bien que no soy la única que
sonríe cuando aparece.
Pequeño Alejandro, ojalá nunca pierdas esa inocencia
infantil que te hace especial, y que consigue cambiar durante un breve tiempo
el ánimo de todos los que viajamos contigo.
Que bonito escribes amiga ❤️
ResponderEliminar¡Gracias!
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